Rico en cariño

Una de las personas que asistió a la presentación de El Secuestro de la Esperanza en La Flor de la Canela me dijo que era “rico en amigos”. No podía tener más razón. Es posible que yo nunca sea un autor de fama o especialmente conocido, que mis obras no me proporcionen pingües beneficios o que ni siquiera pueda vivir enteramente de la literatura. Pero ya he ganado una fortuna en cariño.

He decidido tomarle prestada la frase y adaptarla, ya que no sólo fueron amistades las que se dieron cita en ese lugar único de Valladolid, que tanto significa para mí y tanta relación tiene con el propio proceso creativo de casi todas mis obras literarias recientes, incluida la historia de Enmascarados por el Mundo.

De hecho, fue tal la amalgama de personas diversas pertenecientes a distintos contextos y épocas de mi vida que me sería imposible detallarlas en esta entrada porque correría el riesgo de dejarme a alguna fuera. Y no me lo perdonaría, porque todos, cada uno de ellos y de ellas, merecen su sitio en esta particular aventura en la que me están acompañando, de modo que simplemente diré que La Flor de la Canela fue un hervidero tremendo de personas queridas para este humilde autor.

No hubo afrodisiaco porque no fue necesario. Digamos que la libido de éste que suscribe (y no la relacionada estrictamente con el deseo sexual, sino con el de placer en general) estuvo por las nubes. No puede ser de otra manera, cuando uno está en su casa, en su ciudad y en su sitio predilecto, rodeado de los suyos, y promocionando exactamente aquello por lo que siempre ha luchado. Supongo que eso es exactamente lo que significa satisfacción. Es arrancar el motor de la energía vital, darla y sobre todo recibirla. Mucha canela en vena.

 

(Imagen: www.raulgsfotografia.com)

En un escenario como ése, me tocaba ir un paso más allá y dar lo mejor de mí mismo. Por eso quise hacer algo diferente. Lo llevaba anunciando toda la semana. Aquélla no iba a ser una presentación al uso, sino mucho más. Un acto informal y especial con el que intentaría dejar huella.

Por eso tiré de otra de mis facetas, sin duda mucho menos profesional y talentosa que la escritura. Agarré mi guitarra e interpreté la banda sonora original de mi tercera novela, compuesta ex profeso en un arrebato de lucidez creativa que me asaltó hace un par de semanas. No sé si conseguí generar esa impronta, pero sé que los asistentes disfrutaron del detalle y que les pareció sorprendente. Me conformo con eso.

(Imagen: www.raulgsfotografia.com).

Después, hablé más deprisa de lo habitual y di las pinceladas generales sobre mi tercer trabajo de ficción en prosa larga. Hubo bastantes momentos de espontaneidad y bromas improvisadas e interactivas, turno de dedicatorias especiales para las personas que han tenido una importancia capital a lo largo de todos estos años enfrascado en el proyecto, desde su propia creación hasta la puesta en marcha de su promoción, y menos preguntas de las que me esperaba.

La gente quería su dedicatoria, como si la firma de este novelista valiese algo fuera aparte del valor sentimental que cada cual le quiera otorgar, otro gesto de cariño que seguramente sólo supe agradecer levemente. No me cansé de escribir ni de rubricar, pese a que perdí la cuenta de los ejemplares y de los minutos que me pasé haciéndolo, mientras el maestro Fernando Ercilla hacía aún más mágico el momento tocando al piano piezas conocidas, y eso que esa fase del acto podía haber sido todavía mucho más extensa.

 

 

 

(Imágenes: www.raulgsfotografia.com)

Y es que, pese  a lo que digan las instantáneas, los testimonios y yo mismo, faltaron otras muchas personas que podían y querían haber estado, pero a las que les fue imposible asistir. No sé cómo habríamos cabido, aunque ese lugar es increíblemente grande en espíritu, mucho más de lo que lo es en dimensiones, y las habría albergado de alguna manera e incluso conseguido que se sintieran a gusto.

Y es que no elegí aquel espacio por casualidad. Como dije durante mi anárquico discurso, que duró más de lo que tenía planeado, la relación de La Flor de la Canela con la saga de Enmascarados por el Mundo es notable. No sólo porque sea mi refugio en las tardes en las que necesito soledad o un espacio en el que encontrar la inspiración para plasmarla en un papel, sino porque capítulos enteros de las dos novelas que la conforman fueron concebidos entre aquellas cuatro paredes, casi siempre en la misma mesa. La mía, la de las grandes ocasiones para mi cabeza y mi corazón delirantes de fantasía.

Por eso, la presentación de El Secuestro de la Esperanza del día 2 de diciembre no sólo pasará a la historia de mi itinerario particular como la primera en mi ciudad del alma. Realmente la hice en casa en el sentido más literal de la palabra. Y qué es el hogar más que el sitio donde uno se siente protegido, refugiado… Querido. Mil gracias a todos y todas los que hicieron posible que este que firma como Álber_4 pero al que casi todo el mundo llama simplemente Álber se sienta a día de hoy millonario.

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