Fin de Feria

Dice Rosa Eva Rabanillo, fundadora y directora de la editorial Léeme Mucho, que “cuando nos cierran puertas, hay que abrir ventanas”. No es una frase que ella haya ideado, pero la repite como un mantra particular y desde luego la viene como anillo al dedo.

Rosa se aplica la consigna al pie de la letra y por eso el domingo 3 de junio organizó en el Hotel Roma, en el Atrio de Santiago, una Feria del Libro Independiente, cita alternativa para diversos escritores vallisoletanos autoeditados o desconocidos, que hemos sido marginados y desplazados del evento oficial de la Plaza Mayor que se ha celebrado entre el 1 y el 10 de junio por sus organizadores, el Gremio de Libreros y el Ayuntamiento de Valladolid. No fue sencillo tratar de convencer a la gente que paseaba ese domingo por la ciudad de que merecía la pena conocer nuestros trabajos aunque no estuviéramos en ninguna de las casetas de la abarrotada feria principal, pero lo intentamos con todo nuestro empeño.

Como siempre hay una excepción que confirma la regla. En este caso fue representada por la Librería Maxtor, la misma en la que realicé la presentación oficial de mi novela El Secuestro de la Esperanza aquel 5 de diciembre de 2017, del que me parece que hayan pasado siglos. Sus responsables son los únicos que se desmarcaron de la política oficial del Gremio de Libreros, consentida y apoyada por el Ayuntamiento, y nos permitieron estar en su caseta de la Plaza Mayor.

Concretamente yo estuve en una tarde lluviosa de lunes junto con una escritora de Alcalá de Henares, Nuria Villarejo, una persona encantadora y llena de ilusión por su carrera literaria, hasta el punto de viajar expresamente desde su localidad natal hasta Pucela con el único fin de estar presente en el acto de firma y dar a conocer su novela Me Llamo Asia. La climatología no nos puso las cosas fáciles, pero pasamos un gran rato y, aunque sólo fuera por una tarde, dejé de sentirme un desterrado en mi propia ciudad. Aunque yo nunca me he considerado escritor de segunda fila, por mucho que algunos nos hayan intentado asignar ese rol, agradecí poder pasar unas horas dentro del círculo ordinario de la Feria, gracias a la amabilidad de Maxtor.

Pero el colofón final de la semana, el fin de feria, la última ventana abierta, no habría sido posible sin la ayuda del otro establecimiento que, desde que publiqué El Secuestro de la Esperanza, me ha apoyado de verdad en su proceso de promoción. El Corte Inglés del Paseo Zorrilla, donde el viernes 8 de junio tuve la oportunidad de poner el broche, no sé si dorado, pero desde luego sí de buena apariencia, a esta fase que inicié hace ya siete meses, que se dice bien y pronto. Además de llegar a nuevo público que no me conocía, tuve varias visitas muy agradables de personas queridas que aún no habían tenido la oportunidad de adquirir su ejemplar de mi tercera novela, y que lo hicieron el último día en que estaba a la venta.

Y es que, aunque viajaré a algunas ferias fuera de Valladolid durante el verano (donde no me ponen trabas para estar firmando) gracias a la oportunidad que me ofrece Rosa Eva, por el momento, a diferencia de ella, he decidido no abrir más vanos, con la conciencia muy tranquila de que lo he hecho con muchos, incluso con aquellos cuyos pestillos parecían más complicados de liberar, y en algunos casos casi rompiendo el cristal a cabezazos.

Pero debo parar para reflexionar y replantear las cosas. Volver a sentirme lo que soy de verdad, escritor, y no vendedor de libros, aunque en mi condición de escritor independiente sin respaldo editorial una cosa vaya inexorablemente unida a la otra.

Después de tantas presentaciones, firmas, charlas, mercadillos, ferias y actos de todo tipo, pienso que El Secuestro de la Esperanza ha cumplido su recorrido. Por tanto, llega el punto y final para este cuaderno de bitácora, con la aspiración de que todavía le queden páginas por cubrir en el futuro, sobre todo cuando la segunda parte de Enmascarados por el Mundo vea la luz. Y es que estas otras páginas, tan queridas por mí y ya escritas, deben ser conocidas por el mundo tras tantos años de trabajo e ilusión, ya sean pocos o muchos los interesados en ellas.

Pero ahora, como expresa perfectamente esta foto, ha llegado el fin de esta feria. Esto es todo, amigos y amigas.

No doy las gracias en general, porque no es mi estilo y sería injusto para aquéllos que me han apoyado mucho más que otros, e incluso para estos mismos. Pero en su justa medida, aprecio en todos los casos que hayáis acompañado a El Secuestro de la Esperanza en este camino.

Sin olvidar que esa senda no se completará hasta que no leáis el libro y me hagáis llegar vuestras opiniones sinceras y, sobre todo, meditadas y elaboradas, porque mi obra no es como un best seller que entretiene, se devora, se deglute y se escupe excretoriamente. Modestamente, he intentado dar algo más, en la medida de mis posibilidades como autor y creador. Profundizar, dejar huella, impronta, transmitir lo que soy y mi interpretación, entre nostálgica, emocional, irónica y paranoica, del mundo. Por ello, pido que se me juzgue acorde a ese esfuerzo en esta gran feria ambulante que es el mundo literario, y entre vosotros lectores.

 

 

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