El Ejército más batallador de la historia

Dicen que cuando se va a una batalla no vale de tanto tener el ejército más numeroso, sino al mejor preparado o más dispuesto y entusiasta. No lo dudo, pero en cierto sentido discrepo. Pienso que al final lo único a lo que se puede aspirar, permitidme caer en la redundancia, es dar la batalla. La formación o incluso el entusiasmo y la pasión son cualidades o sentimientos humanos que no se pueden controlar. A veces se adquieren, se transmiten o incluso surgen sin que uno los espere o los busque y ya está. Son arbitrarios y por lo tanto injustos, ya que ni mucho menos los recibe siempre el que más lo merece.

Sin embargo, la lucha, el esfuerzo, la persistencia y la tenacidad sí son algo que podemos dominar. De ahí que a nuestra generación le metieran en la cabeza la gran mentira de que con eso se podía lograr todo. Claro que no, pero tal vez sea lo único que tengamos, prácticamente una de las últimas cosas que no nos han arrebatado. Todo lo demás, incluso la salud, la tenemos en entredicho y la manejan a su antojo fuerzas que a veces sólo intuimos. Sí, nos secuestran hasta la esperanza.

Y yo, escritor de calidad para algunos, de densas historias que se pierden en tramas excesivamente desarrolladas para otros, excesivo descriptor de reflexiones y personajes antes que cronista de acción para la mayoría y, por suerte, buen unidor de palabras para todos, tengo esa fuerza, aunque a veces debilitada, incluso en mis peores momentos, cuando parezco una ruina física y un acordeón mental. Nunca me ha fallado ese orgullo, esa fuerza de voluntad de combatir, de pelear, a veces sin objetivo, sólo por el mero hecho de moverme y tocar las narices, de gritar “¡yo aún estoy ahí!” Superviviente, maldita sea.

Por eso, la gente que me apoya y me acompaña, de una u otra manera, en este recorrido por los pedregosos senderos de la publicación literaria, forma parte de un contingente que no conoce la rendición, ya que al seguirme necesariamente tiene que ser así. De ahí que presuma y saque pecho por ese grupo de soldados y militantes de mis desvaríos derramados en tinta digital y real. Aunque me derroten, gracias a ellos me sentiré al menos un poco victorioso.

Este video que muchos ya habéis visto y las imágenes que ilustran esta entrada de mi Cuaderno de Bitácora son un homenaje a ese grupo de combatientes que me han apoyado en la lucha desde que publiqué la primera parte de Enmascarados por el Mundo. Y, con él, aprovecho para deciros que, pese a que no corran buenos tiempos para mi lírica, seguiré dando batalla.

 

 

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