Hace unas semanas, la serie El Ministerio del Tiempo emitió un capítulo titulado Tiempo de Verbena, de esas que tienen sabor, como dice el chotis. Chulapos y chulonas, zarzuela y mantones de manila. En ese ambiente de palomas que vuelan pese a que algunos incautos se empeñen en atrapar a las torcaces, las letras también flotan con la música de una ópera en miniatura que viaja con ese viento que las arrastra hacia la nostalgia de una época que se esfuerza por mantenerse.
Algo de ese sentimiento se comprime en ciertos lugares especiales como la librería Artimaña, en pleno corazón de la ciudad que escupe su vómito de humo (que diría Sabina) y sabe guardar las apariencias en sus rincones clandestinos. Con el aderezo de la voz de Billie Holiday y trompetas de jazz cincuentero, allí presenté El Secuestro de la Esperanza en una tarde de sábado que amenazaba lluvia pero se quedo extrañamente limpia y despejada.
Es difícil encontrar una atmósfera más cálida y que represente mejor la esencia de esta historia que quiero regalaros. Elena, la persona que atiende, dispone y cede su local tan generosamente, sabe cuidar cada detalle sin descuidar ni uno. Habría que hacerla emperatriz del cercano Lavapiés.
Precisamente esa es la palabra que mejor define lo que se vivió. Cercanía y familiaridad. Y esa tarea no habría sido posible sin el desembarco espiritual de mi ciudad, Valladolid, que fue capital antes que la actual. Como si los factores de la generación millennial se hubieran alineado para complacer la crónica que les dedico en Enmascarados por el Mundo, algunos de mis añorados emigrados acudieron allí a verme e incluso tuve alguna que otra sorpresa inesperada en forma de visita puntual y para la ocasión.
Me queda la sensación satisfactoria y placentera de haber enseñado por primera vez parte del ropaje de mi gran relato entre amigos y personas queridas para que ellos lo desnuden. Soy consciente además de que muchos otros no pudieron venir por circunstancias puntuales que se lo impidieron, pero que estuvieron en espíritu, alma, corazón y vísceras. Se lo agradezco igualmente.
A ellos y a todos los pucelanos emigrados, madrileños oriundos, residentes y viajantes ocasionales que pasen por el Barrio de las Letras de la urbe del oso y del madroño. A aquéllos que se sumen de nuevas a este gran viaje en pos de averiguar quién y por qué secuestró la esperanza junto a Devassy, Pedro y David. A todos ellos les invito a que se acerquen a la Librería Artimaña y se lleven un ejemplar de El Secuestro de la Esperanza para descubrir una historia que ha pasado por Madrid aprovechando que el Pisuerga pasaba por Valladolid.
Por tantas cosas buenas que soñamos desde aquí.